En Que viene el lobo! los nombres suenan como las ideas, alto y claro. Se escucha el de Marta, la responsable de hacer realidad su sueño: montar un café-restaurante donde grandes y pequeños puedan compartir bromas, sonrisas y experiencias y donde la literatura, la música y las artes plásticas tengan un papel esencial. El de Gema, la encargada de llenar de historias los tres espacios en que se divide este local. Con los libros que pueblan sus estanterías y con los cuentos que relata a los niños mientras los padres finalizan su cena.
También el de Victor, el creador de las galettes y crêpes artesanales que este restaurante sirve los mediodías y noches de la semana excepto los domingos y de la comida que los niños devoran en la escuela de verano. Y el de Soraya, Nuria, Miriam y Pepa, las culpables de que los juegos y manualidades no cesen en la trastienda de este café ubicado a diez minutos de los Jardines del río Turia y del centro comercial Nuevo Centro.
Pero ahí no queda la cosa. Entre repique de vasos, risas de niños y música de fondo, comentan que no serán los únicos nombres propios que se oigan en este café. Porque, Que viene el lobo!, acaba de iniciar su andadura y tiene propuestas y protagonistas para rato. Los abuelos, sus vivencias y sus ganas de compartirlas con los más pequeños en forma de talleres y cuentacuentos son una de ellas. Los conciertos, los espectáculos de magia y las actividades para toda la familia, otras.
Y aunque pueda resultar extraño que en una sociedad propensa a las etiquetas nazca un espacio como éste, abierto a todas las edades, tendencias e iniciativas, Marta y Gema nos recuerdan que no lo es tanto. Ellas, como sus otros dos hermanos y como otras tantas personas de su generación, crecieron con los abuelos como referente y con la cultura como aspiración y no quieren que este espíritu se pierda en su café.
Un lugar de donde no hay que huir. Pero de donde sus empleados huyen constantemente
Y no porque ni les guste su trabajo, sino porque son tratados como esclavos. Se les pide dedicación, horario sin limite pero no se les paga lo que les corresponde. Además de tratarles indignamente.