De una cosa no hay duda: en My Little Republic, el diseño importa. Lo notas nada más traspasar su puerta de entrada y acceder a un espacio diáfano donde los grises, negros y marrones del exterior quedan atrás y los fucsias, blancos y rosa palo adquieren protagonismo en paredes y mobiliario. Una decoración que nos remite a las cafeterías de París, con sus sillas y mesas de hierro forjado a pie de calle y sus croissants recién horneados, pero que nos saben a las bakeries de Nueva York y Londres, con sus tartas artesanales, brownies, cup cakes, infusiones y tés de las cinco.
También lo notas en sus juguetes, juegos didácticos y libros infantiles. Todos enfundados en cajas y cubiertas de impecable imagen y cuidado contenido. Todos, con etiquetas escritas en inglés, francés y alemán que nos hablan de países donde la infancia es un bien preciado y que nos descubren las inquietudes de sus fundadoras, dos madres de origen castellonense y de espíritu trotamundo que apostaron por la creación de un espacio multidisciplinar en pleno centro de Valencia para grandes y pequeños pudiesen pasar un buen rato.
Y lo notas en su ropa y complementos de autor, en sus objetos decorativos y en los showrooms, fiestas de cumpleaños y talleres de arte, gastronomía e idiomas que organizan, prácticamente, cada fin de semana. Eventos de los que periódicamente dan cuenta en su newsletter y en su Fan Page de Facebook y de los que se puede reservar plaza con una simple llamada telefónica.
Pero, ojo, en My Little Republic el amor por el diseño no es sinónimo de superficialidad. Tanto los productos que comercializan como las actividades y talleres que promueven tienen un objetivo: acompañar a los niños de 0 a 12 años en su crecimiento y hacerlo con una sonrisa en la boca. Eso sí, como los pequeños de la casa, tiene su periodo de descanso. En este caso, las tres primeras semanas de agosto.