Cómo afrontar los miedos infantiles

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“No apagues la luz”, “quédate conmigo un ratito más”, “acompáñame a la habitación que el pasillo es muy largo”… son algunas de las frases que en algunas ocasiones hemos oído a nuestros pequeños y que poco a poco hemos ido resolviendo fomentándoles seguridad en ellos mismos. Son los miedos infantiles que no nos deben preocupar demasiado si con nuestra ayuda y confianza, vemos que van superándolos.Esta semana, hablamos con la psicóloga Antonia Roig Ballester para profundizar un poco más sobre este tipo de situaciones que como padres y madres nos preocupan.

En los niños, al igual que en los adultos, el miedo es una perturbación del ánimo en la cual la persona no se siente capaz de afrontar una situación concreta porque la percibe como dañina o peligrosa para si mismo, independientemente de que la situación sea realmente peligrosa o no lo sea.

El miedo es algo común a todos los individuos, y todos hemos sentido miedo alguna vez. Por tanto podemos considerar el miedo como una emoción normal, hasta cierto punto. El miedo normal es proporcionado a la situación que lo provoca y desaparece cuando desaparece el peligro.

Cuanto más altera o bloquea la conducta normal del individuo,  más se acerca a la patología. Cuanto más irracional y desproporcionado es, más se acerca a la patología.

Cuando se sufre miedo, no solamente se alteran funciones psicológicas. Aparecen también una serie de síntomas físicos, como pueden ser la aceleración del pulso, la sudoración, incluso diarreas, frecuentes ganas de orinar…

El miedo es un fenómeno aprendido y por tanto los niños son los que están más expuestos a este “aprendizaje” que casi siempre suele venir de un adulto. También se puede aprender el miedo a través de una fuerte experiencia que ha resultado traumatizante para el niño.

El miedo infantil suele aparecer al inicio de la edad escolar, sobre los 3 o 4 años, y en la mayoría de los casos desaparece espontáneamente conforme va haciéndose más mayor.

En el mundo infantil, uno de los miedos mas extendidos y generalizados son los terrores nocturnos. Son muy frecuentes y estos miedos están ligados al hecho de irse a dormir, apagar las luces y quedarse solos en la habitación a oscuras. También se relacionan con estos miedos nocturnos los despertares bruscos por efecto de sueños extraños o incluso de pesadillas. Bastará dejar una pequeña luz encendida, no cerrar las puertas de su habitación o entrar en su cuarto acompañándolo un rato cuando se despierte de noche y llame, para que poco a poco vaya teniendo un sueño mas relajado y tranquilo.

El miedo infantil es relativamente fácil de reducir. Es importante desde la familia no fomentar las situaciones de temor en el niño; no debemos hacer referencia a ciertos elementos culturales como el hombre del saco, el coco. Importantísimo controlar al detalle ciertos programas de TV o películas que pudieran favorecer los miedos.

Debemos crear en el niño un entorno de seguridad y confianza, razonando con él todo lo necesario, hasta repetirnos, para que poco a poco vaya superándolo ese miedo que suele ser irracional. No debemos exponer al niño de un modo brusco a la situación que le produce temor, para que “así se le vaya de golpe tanta tontería”. El niño que padece miedos realmente sufre y lo pasa mal aunque a los adultos nos parezca algo absurdo.

Si observamos que la situación de miedo le impide a nuestro hijo llevar su vida habitual, incapacitándolo en muchos aspectos de su normalidad, habrá llegado el momento de acudir a un especialista, el cual le aplicará un tratamiento personalizado y adaptado a su caso que podrá incluir técnicas de relajación, psicoterapia, incluso tratamiento farmacológico si fuera necesario.

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